viernes, 10 de septiembre de 2010

UNREST


Vi esta película en la única compañía de un ambientador programable que emitía su fatal descarga cada nueve minutos con un siseo asmático, provocando contracciones involuntarias en todos mis órganos. Así es que no voy a ser del todo imparcial, porque esta peli sí me dio miedo, aunque quizá se deba a los sustos que me daba el ambientador  y no a una realización eficiente en torno a un guión plagado de incoherencias.
Por si a alguien le interesa el dato, este film se publicita a sí mismo como la primera película que utiliza cadáveres auténticos. Sus comienzos son más que prometedores. La acción se desarrolla en torno a las experiencias de unos estudiantes de medicina ante sus primeros contactos con fiambres, situación que resume un montón de tópicos y mitos de los cuales todos hemos oído hablar. El tratamiento de la protagonista es especialmente atractivo. La pequeña estudiante parece la más vulnerable una vez confrontada a los  horrores de la muerte. Sin embargo, a medida que se desarrolla la acción, dará pruebas de un coraje y decisión que ya quisieran para sí sus compañeros en apariencia más valientes. Con ecos de Re-animator, y sobre todo Línea mortal, los estudiantes van penetrando en los misterios del más allá a partir del contacto con un cadáver en particular, el de una mujer que guarda un terrible secreto.
Así las cosas, pasada la primera media hora aproximadamente, la peli empieza a decaer rápidamente. Dando por supuestas muchas asunciones en torno al más allá como si fueran la piedra angular de un sistema contrastado y compartido por los espectadores, el argumento comienza a enrocarse sobre sí mismo, volviéndose cada vez más circular. La muerta está maldita. Todo el que entra en contacto con ella muere acto seguido. Entre apagones y visiones terroríficas del depósito de cadáveres nos enteramos de que la mujer era una psiquiatra-prostituta que llevaba a cabo una investigación sobre un culto azteca. Curiosamente, esta investigación transcurría en Brasil. No sé si es un fallo de la traducción o una pifia del guión, pero para el caso igual se podía haber puesto a investigar a los aztecas en la feria del Rocío.
En fin. Pasemos por alto también la temeraria exposición a los gérmenes y a los agentes de la putrefacción de los estudiantes, a los que no se les suministra ni una mala mascarilla. Quedémonos con la escena del tanque de formol, que además del comienzo y del personaje protagonista, me parece lo mejor de la película. Imaginad un tanque lleno de cadáveres flotando y que tenéis que bucear en él buscando desesperadamente el cuerpo de una mujer muerta. Tengo mis reservas sobre si las mucosas y otros puntos sensibles de la anatomía humana pueden entrar en contacto tan alegremente con un producto conservante como el formol, pero lo cierto es que la escena causa un gran desasosiego. Lo sobrenatural aquí es lo de menos; sólo pensar en rozar con el dedo tangencialmente un cuerpo muerto ya es bastante malo, así es que imaginaos aguantando la respiración para sumergíos en una piscina repleta de cuerpos hinchados, e ir apartando cadáveres buscando uno en concreto...En efecto, es el momento de que el ambientador diga la última palabra....

jueves, 9 de septiembre de 2010

DESIERTO MALDITO (THIRST)


Pues si los de la entrada 4 o 5 tenían hambre (ver Hunger), éstos tienen sed. Un fotógrafo de modas que no ha visto en su vida una brújula decide llevarse a una pareja de amigos y a su nueva y neumática amiga a hacer fotos a un rincón inexplorado del Valle de la Muerte. Está tan emocionado por el hecho de usar como fondo de la modelo un terreno virgen, que la esposa del amigo, aunque no las tiene todas consigo, no se atreve a quitarle la ilusión. Como casualmente es estudiante de medicina, se lleva un tocho para ver si repasa algo en pleno desierto de Mojave.
Los cuatro pardillos se internan, pues, en una de las zonas más inhóspitas del planeta con un paquete de chicles y un par de litros de agua. Huelga decir que en seguida se les cruza un lobo; el fotógrafo, que está cachas de gimnasio y cultiva una expresión de aturdimiento, pega un volantazo y se salen de la carretera; dan tres vueltas de campana y terminan maltrechos y desorientados en medio de ninguna parte. La modelo por lo pronto tiene conmoción cerebral, y la estudiante de medicina tiene que practicarle un agujero en el cráneo para aliviarle la presión (mientras lee las instrucciones en el libro que afortunadamente se ha traído con ella). En el entreacto el marido se va a explorar y se pierde. Cuando vuelve la modelo ha muerto. Los tres supervivientes, a los que nadie espera en ninguna parte, deciden moverse. El cachas dice que para un lado, la empollona para otro. Gana la empollona que para eso ha tenido razón hasta el momento. 
Echan a andar.  El sol pega de lo lindo. Nos enteramos de que la pobre mujer, además, está embarazada. Venga a andar. Venga sol abrasador. Se termina el agua. Los persigue el lobo. Creo que el lobo, ahora que lo pienso, simboliza la muerte. Temperatura extrema y mucho paisaje árido. Anda que te anda por el  interminable Valle de la Muerte. Van cayendo uno a uno. Al final, la clave para sobrevivir está de forma genérica en el sacrificio personal y de forma particular en el relleno de las prótesis mamarias.

lunes, 6 de septiembre de 2010

UNA PROPOSICIÓN INDECENTE


Éste es un clásico de la ciencia-ficción que a menudo encontramos clasificado por error en la sección de "Romance" o incluso "Drama." Es una película bastante interesante, en primer lugar, porque nos previene eficazmente contra los riesgos de la irrealidad. Los protagonistas, Demi y Woody, viven una historia de amor tan romántica y emotiva que acaban de alguna forma insensibilizados a todo lo que les rodea. En esta falta de realidad se incluye la ocurrencia de narrar la película a dos voces, doble primera persona que potencia y multiplica la sensación de que ambos personajes son inasequibles al ridículo.
Como decía, al amor opalescente de esta pareja encantadora sólo lo oscurece el hecho de estar más tiesos que la mojama, a pesar de ser él arquitecto y ella trabajar en una inmobiliaria. Siempre cortos de fondos, no terminan de conseguir liquidez para construir la casa de sus sueños, que acaba siendo seriamente amenazada por la impaciencia de los bancos. A este respecto hay una escena muy conmovedora en la que Demi le pregunta a su abogado qué les pueden hacer los bancos si no pagan las letras. El abogado es un ser grosero y se lo explica, y la burbuja dorada de su amor empieza a tambalearse. La única salida que se les ocurre para pagar todo lo que deben y que no les embarguen su propiedad a medio construir es irse a Las Vegas a ver si ganan 50.000 dólares. Una vez allí, Demi conoce a un multimillonario en una tienda mientras roba bombones y fantasea con los vestidos que no puede comprarse. El multimillonario resulta ser un tipo rumboso y vividor, con cantidad de tiempo libre y crédito en el casino, y aunque algo ajado, todo el mundo puede reconocer al mismísimo Robert Redford bajo su traje de etiqueta.
La pareja, claro está, pierde hasta la gorra en la ruleta. Entonces el magnate les ofrece su hospitalidad, y en una partida de billar deja caer, como quien no quiere la cosa, que todo el mundo está a la venta. La pareja, alarmada, se opone a esta concepción brutalmente materialista de un mundo que hasta ahora ha transcurrido en la quinta dimensión por lo menos. Él insiste, primero porque es más viejo, y segundo porque le tiene echado el ojo a Demi desde lo de la tienda y los bombones. Le dice al marido con toda cortesía que le afloja un millón de dólares por pasar una noche con su mujer. La pareja, escandalizada, huye de la escena, pero luego se les ve royendo la almohada a la manera de Homer Simpson. Están rumiando si una noche en realidad quiere decir 15 minutos en el tiempo de los sexagenarios millonarios o si quizá es incluso menos. 
El caso es que un millón de dólares es un millón de dólares, y la pararealidad de Demi y Woody se ha visto bastante comprometida tras esta inocente propuesta. La mayoría de los mortales en la realidad terrestre sugeriría un dos por uno, ofreciendo las posaderas del marido en el lote, pero éstos dos se hacen de rogar y se alejan por unas horas a Andrómeda a seguir libando ambrosía con los unicornios encantados. Pero las deudas acechan y al final ella acepta autoinmolarse. Se va horrendamente ataviada a su cita para evidenciar el disgusto que le provoca la sordidez del trato. Woody se queda cabizbajo y entregado a oscuras cavilaciones. Algo chungo debe pensar, porque de súbito se arrepiente y sube corriendo como un loco a recuperar a su mujer, pero para entonces el magnate lleno de recursos se la ha levantado en un helicóptero  a un yate donde todo está preparado para el sacrificio de la manera más romántica y empalagosa posible.
De vuelta al mundo de las campanillas, el marido resulta ser uno de esos tipos a los que no les mola un pelo que le metan la mano en el plato de comida. Se enfurruña y pasa una serie de episodios de celos bastante dramáticos, hasta el punto de que Demi decide huir, no sin renunciar puntillosamente al millón de dólares que se había ganado con tanto trabajo. Él, por su parte, también prefiere la pobreza antes de tocar un solo centavo. La coyuntura le viene que ni pintada al multimillonario, que para nuestra sorpresa se dedica a cortejar a Demi persiguiéndola allí donde va, comprándole regalos y soltándole perlitas de éstas destructivas que a las mujeres nos encanta oír. Ella, nada, pasando. Se hace la dura, le evita, se pone a dar clases a inmigrantes por amor al arte, "sólo para estar ocupada." Entretanto Woody está destrozado. Mira fotos y diapos de Demi, suspira y solloza, comprende a lingotazo limpio que donde esté el amor el dinero no vale nada. La terquedad de la pareja para aferrarse a la irrealidad absoluta es lo que coloca esta obra en la estela de clásicos como Encuentros en la Tercera Fase por lo menos. 
Por un momento parece que todo va a enmendarse cuando el millonario se queda con la chica. Pero entonces Woody pone punto final a su meteórico período autodestructivo, se hace profe de arquitectura y suelta con aire de madurez infinitas sandeces ante una diapositiva del Guggenheim  NY para desmayo general de sus alumnas. Es el momento de interrumpir una subasta que frecuenta el millonario junto a Demi y pujar su millón de dólares por un hipopótamo. Ante este nuevo asalto a la pararealidad, Demi literalmente sucumbe. Que le den por el culo al viejales millonario. Donde se ponga el amor extático en fuga hacia la ultragalaxia, que se quite todo lo demás. El vejete se resigna, y se aleja caballerosamente marcándose un fox-trox...