jueves, 21 de octubre de 2010

BURIED (ENTERRADO)


El realizador Rodrigo Cortés debió pensar: la buena noticia es que puedo hacer una película con un actor, un móvil y un mechero. El escenario es un ataúd, y el único secundario un reptil. La mala noticia es que tengo que conseguir que los espectadores no se aburran como monas asistiendo a los pataleos de un tío dentro de una caja.
El civil Paul Conroy ha sido secuestrado en Irak y enterrado vivo en las arenas del desierto. Si el gobierno norteamericano no paga 5 millones de dólares por su liberación, se le acabará el aire en 90 minutos. El móvil escaso de batería que le han dejado los terroristas es su único vínculo con el mundo. A través de él Conroy intenta dar cuenta de su situación, lograr que le rescaten y despedirse de su esposa. También graba vídeos para que los terroristas los cuelguen en Youtube, e intenta razonar con ellos y explicarles que él no es más que un ciudadano corriente, y que alberga serias dudas en lo que respecta a que su gobierno se gaste cinco kilos en él.
Y pronto sospechamos que tiene toda la razón.
Las conversaciones telefónicas se suceden como un canto a la incompetencia y deshumanización del sistema occidental, y en general encuentro bastante verosímil su desarrollo, con excepción de una: la llamada que le hace a Conroy el director de su empresa para asegurarse de que quede grabado que él ya no trabaja para ellos desde esa misma mañana, en que fue despedido en cláusula poco menos que postmortem y a los efectos de que su familia no pueda reclamar indeminización alguna. El motivo alegado no es otro que la sospecha de que Conroy mantenía relaciones con una compi del curro, cosa que asombrosamente estaba requeteprohibida.
Encuentro inverosímil este pretexto por dos razones:
1.- Una razón tan peregrina para despedir a alguien escandalizaría incluso a un sindicato local. Pero, ¿es que estamos locos? Si la gente ya no puede ni enrollarse en el trabajo, la mitad de la humanidad no follaría, por no hablar de la pérdida de sentido de instituciones sagradas como la cena de Navidad o las cañas a la salida del currele. Además, una prohibición de tal índole sólo serviría para elevar por las nubes el sex-appeal de Manolo el oficinista y Pilar la secretaria, convirtiéndolos en oscuros objetos de deseo entre sí.
2.- Por más crítico que se quiera ser con la sociedad a la que pertenece Conroy, intención que honra al realizador y que por otra parte tampoco precisa de mucha insistencia por su parte para convencernos, coincidiréis en que llamar a un tipo que está enterrado en un ataúd  en mitad del desierto  para despedirlo resulta un poquito excesivo, incluso para la multinacional más desaprensiva.
Aparte de esta puntualización mía, que igual se puede ver contrarrestada con miles de ejemplos de empresarios insolidarios e indiferentes al sufrimiento humano, Rodrigo Cortés sale ileso de la arriesgada apuesta que constituye un reto tan difícil como éste. Construye así una película que se muestra como un tenso ejercicio de estilo capaz de eclipsar producciones con presupuestos faraónicos que sólo ocultan con fuegos de artificio su pertinaz falta de ideas. Por más minimalistas que sean el atrezzo y el planteamiento, el suspense construido en torno a una única pregunta está lo bastante bien medido como para suscitar la interrogación clave en los espectadores: ¿Podrá escapar el civil Paul Conray de su entierro prematuro? 

miércoles, 20 de octubre de 2010

EL REGRESO


Sarah Michelle Gellar, Buffy Cazavampiros para todos, sufre toda la película de desorientación y vértigos, sin que ella misma se explique por qué experimenta repentinas visiones con un tío en mono de mecánico que la llama "preciosa" sin cesar. Cabría pensar que tal vez Gellar había tenido un desliz poco decoroso y que su consciente habría corrido un tupido velo sobre el episodio. Sin embargo, a lo que parece la cosa es más seria, porque hay también implicada una mujer asesinada, un hombre inocente acusado injustamente, y los borrosos recuerdos de la niña que fue Gellar, extrañamente distanciada de su padre a partir de un accidente de tráfico.
La intriga está bien planteada y es lo bastante sugerente como para que plantee una incertidumbre que finalmente se resuelve de forma hasta cierto punto previsible. Si bien es con mucho una película bastante digna, echo de menos que se confiase más en el espectador, y en lugar de machacar lo que caracteriza a los personajes de forma harto reduccionista, se dejase abierto el camino de la insinuación, que siempre proporciona mayor textura y riqueza que la mera repetición en torno a ciertos tics. Por otra parte, aunque no podría decirse, en mi opinión, que esta peli sea mala, tampoco podría decirse que sea buena porque hay algo que falla por alguna parte y que no sé lo que es exactamente. La cosa se termina resolviendo en indiferencia. Cuando llega el desenlace y por fin se aclara todo te dices:"Ah, pues vale."
Y te importa literalmente un pimiento. Así es que yo diría que quizá sea un problema de exceso de sosez. A veces soluciones inverosímiles hasta el enarcamiento de cejas por lo menos te permiten conservar el recuerdo del film hasta llegarte al cubo de reciclaje a tirar la lata vacía de cola.

miércoles, 6 de octubre de 2010

ATRACCIÓN DIABÓLICA (MONKEY SHINES)


En mi actual estado de postración, en el que debido a la jaqueca lo más complicado que puedo ver es Bob Esponja, esta peli viejuna me ha resultado de lo más entretenida.
La cosa comienza mostrando la vida perfecta de un estudiante de derecho, guapo, deportista y con novia. Esta vida tan ideal se verá truncada en menos que canta un gallo. Una mañana que el estudiante ha madrugado para correr por la calle con una mochila de ladrillos a la espalda, se da de bruces contra un camión de ocho ejes. Los ladrillos saltan por los aires y se estrellan contra el suelo en una metáfora de lo que le está ocurriendo a su espalda.
A continuación, la suerte parece esquivarle como a un apestado: le opera un tipo más que dudoso, que aprovecha su paraplejia para levantarle a la novia. El pobre se queda solo en el mundo, accionando su silla de ruedas con una pajita y sintiendo taquicardias cada vez que ve aparecer a su madre con las maletas amenazando con  quedarse a cuidarle para siempre.
Afortunadamente tiene un amigo científico, un tipo que investiga bajo los efectos de las anfetaminas y otros estimulantes y permanentes tensiones en su departamento, y que tal vez por eso está dispuesto a pasarse la ética profesional un poco por el forro. El objetivo de sus experimentos no queda del todo claro, pero lo cierto es que ha descubierto que rallando un cerebro humano en una solución de isoflavonas de soja e hidrocarburos e inyectándoselo a una mona capuchina de inteligencia simiesca media, ésta experimenta un incremento espectacular en su CI. Acto seguido encuentra a una atractiva entrenadora de monos que ayudan a discapacitados, y le endosa al espécimen para que lo adiestre en cuidar a su amigo. Resultado: la mona pronto desplaza a la enfermera en sus cuidados, le lleva y le trae cosas, le da de comer, lo atiende, lo peina y hasta comienza tener un prometedor futuro en el mundo de las leyes.
Pero pronto queda claro que Ella está sintiendo algo más que una empatía profesional hacia su guapo y atlético paciente.  Se lo queda mirando con sus ojos simiescos entornados de ternura, y hasta le pone una cinta en el radio-casette y le echa sus bracitos al cuello para marcarse un baile agarrados. Él al principio le ríe las gracias, pero cuando comienza a desaparecer todo el que le toca tangencialmente los cojones, empieza a preocuparse. Una noche que Ella sale con una caja de cerillas que parece una caja de zapatos entre sus diminutas manitas, nuestro prota se empieza a mosquear. Al día siguiente se entera de que se ha organizado una barbacoa en la cabaña  de madera altamente combustible en la que su ex médico y su ex novia se habían recluido para pasar el finde. El tipo culpa a la mona, que se ve obligada a escapar.
Ah, pero volverá. No sólo está enamorada, sino que además está celosa, porque resulta que su ex cuidadora se ha pegado como una lapa al discapacitado, ahora que los médicos le han dicho que su paraplejia es reversible y que en cualquier momento puede echar a andar. Como además es guapa y rubia como el prota, los dos pegan y es lógico y estético que terminen juntos. Esa circunstancia termina de cabrear a Ella.
Me acuerdo ahora de otra historia de monos: en  Informe para una academia, el cuento corto de Kafka, el mono Peter el Rojo es apresado y enjaulado en un angosto cajón, donde no hará otra cosa que chillar aterrorizado. Al cabo comprende que en su nueva vida la identidad animal representa ser esclavo y estar confinado en una jaula, y decide que es mejor convertirse en ser humano. Un miembro de la tripulación se compadece de sus esfuerzos por convertirse en hombre y le enseña humanidad a través de la tortura. Ella tal vez ha llegado a las mismas conclusiones que Peter el Rojo: ser humano representa ser libre en el sistema de los que dominan. Y lo ha intentado a través del amor. Pero desde luego que los demás no se lo van a permitir. Furiosa, Ella no está dispuesta a ser ninguneada ni a renunciar por extensión a su cualidad humana de hacer el mal (algo suponemos que desconocido en la sociedad de los capuchinos)
A continuación, y aprovechando las ansias de venganza de Ella, se van citando en la casa todos los secundarios que han rulado por la peli. La  una que se mete en la bañera, el otro que se deja un montón de inyecciones paralizantes por ahí tiradas, y Ella que lo tiene claro: “o conmigo o con nadie.”
Llegado el momento de la refriega final, me alegro de nunca me haya dado por la interpretación. Es bochornoso ver a un hombre adulto de estatura normal luchando a brazo partido con un peluche de 30 centímetros colgado del cuello, mientras se golpean contra las paredes y van derribando todos los muebles de la casa. Las cosas que tienen que hacer los pobres actores… y si no que se lo pregunten a las valientes protagonistas del Ciempiés Humano, que seguro que acudían cada mañana al set temerosas de lo que hubieran comido el día anterior sus compañeros de rodaje. Tomemos a los actores y actrices españoles, por ejemplo. A veces, por exigencias del guión, incluso se ven obligados a sostener una pistola, e invariablemente lo hacen con tan poco credibilidad y convicción, que yo he llegado a la conclusión de que lo que pasa es que no se fían un pelo de los responsables del atrezzo, y están esperando a dispararse un balazo en un pie en cualquier momento.